domingo, 19 de mayo de 2013

Crónicas del último mes en México. #7


Después de la boda.

A unos veinte días de volver, me decidí a vivir.
Y a juntar más anécdotas.

Como la cena, finalmente, de todos juntos la otra noche. Y nos costó, pero estuvimos todos todos. Berni, Andra, Deivid, Ana y nosotros. Hicimos otra vez tarta porque nunca falla y a ellos les encanta, aunque le digan pizza.
Nos reímos como locos y nos quedamos hasta re tarde hablando de la vida y de los hermanos y más dichos nacos, y argentinos intentando hablar como mexicanos y viceversa.

Como cuando chateamos con Ro el otro día y ella decía que me leía y que le gustaba aparecer como la amiga del autor. Y me hizo acordar a Hobsbawm cuando decía "el tío del autor, tal cosa. Los padres del autor, tal otra".
Quería que cuente que se le reinició la Mac en el trabajo y que se le cerro el Illustrator no se cuantas veces en un mismo día y que sólo a ella le pasan esas cosas. Y si.

Como cuando nos subimos la otra noche a la terraza con Andra a tomar unas Barrilito y a ver el anochecer. Podría casi afirmar que es una de las mejores vistas o paisajes que vi en mi vida. Guadalajara en 360º. Increíble. Hablamos de muchas cosas y de mi nostalgia, y cómo ella se dio cuenta enseguida de que yo era así. Por lo visto soy bastante sincero conmigo aunque a veces ni lo piense, y me copa.

Como el otro día caminando por el centro, sólo una vez más y con muchísimo calor, pero contento. Y las bizarreadas atravesando el mercadito, o esa feria del libro cristiana o no se qué era, o al nene que se le quedó un avioncito atorado en las ramas de un árbol y cómo el papá trepó súper alto para rescatarlo.

Como la de mi extraña experiencia finalmente con la Coca Cola en bolsita. Desde que llegamos a Guadalajara lo miré de reojo, y creí que nunca lo iba a poder hacer, pero bueno, algo tan mexicano no se me podía escapar. Y el flaco destapó la botellita, agarró una bolsa, vació la coca enterita, pajita, nudo y dale que va. Desagradablemente práctico aunque no lo parezca. Y gracioso.

Como esta noche de pelis en la oficina con Berni. Y de su insistencia por ver esta y no otra. Después de la boda. A los 10 minutos me di cuenta que ya la había visto, hace un par de años. Pero me encantó volver a verla. Después de la boda a Jacob le cambia la vida completamente, y ya nada va a volver a ser como antes.

Y fue ahí entonces cuando recordé una anécdota más, pero vieja. La primera de hecho en Guadalajara, al segundo día, recién llegados.
La boda en Chapala; nuestro supuesto trabajo decorando una combi; la mega fiesta en la casa del presidente; nuestra incomodidad de no saber que más hacer; más tarde durmiendo en la combi decorada; finalmente en la pista de baile tomando tequila y bailando con los ricos; y por último, echados de la misma por el wedding planner para jamás regresar.
Igual que a Jacob, después de la boda nada volvió a ser igual. Nada nada.

Y aunque hasta hace un tiempo muchas cosas me daban todavía un poco de bronca o lástima, me decidí de ahora en más a solamente vivir. Como en la película, Jacob nunca imaginó cómo se iban a dar las cosas, y el no quería, no se lo esperaba, pero igual se la fumó. Y se dispuso a vivir, así.
Y yo también, no solo a vivir sino a juntar muchas más anécdotas. Inesperadas, de las que te cambian la vida y de las que no dejan que nada, bajo ningún motivo o circunstancia, vuelva a ser como antes.









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